Otro grito más contra el acoso

En los ultimos días la realidad estudiantil ha golpeado de forma cruda obligandonos a ser testigos de la perdida de una alumna. El acoso escolar o bullying persiste como una lacra en colegios e institutos, una realidad que la sociedad prefiere ignorar hasta que el dolor se vuelve noticia, como ha pasado en esta ocasión. Esto es de nuevo un llamado de emergencia ante una responsabilidad colectiva.  

 Es indignante como en pleno 2025 este tipo de sucesos siguen ocurriendo porque no somos capaces o bien de educar a nuestros hijos o alumnos, o bien de abrir los ojos cuando tenemos la realidad ante nosotros. El acoso escolar sigue siendo un problema en los colegios, en los institutos o en la vida adulta, pero no somos conscientes de ello, o no queremos serlo. Eso sí, todos nos lamentamos cuando aquel chico del colegio ha dejado de venir a clase porque no se sentía cómodo, porque no fuimos capaces de enfrentar a la persona que se metía con él. La reacción que no conozco es la de los alumnos que hacen dicho acoso escolar ¿se sentirán culpables o se reirán de la situación? ¿sus padres tomarán medidas en cuanto a su educación o seguirán negando lo innegable, que han criado personas que han llevado a las acciones impensables de ajenos?


Y si la educación de los hijos comienza en los padres, los profesores no deben quedarse atrás ¿de verdad me vais a decir que esas cosas no se detectan? ¿Qué no se ven? Quizás es más bien que desde las instituciones educativas no quieren verlo. Quizás todo se quede en un “juego de niños”. O peor, y más mezquino aún, quizás sea que la persona que perpetua el acoso escolar sea de esos favoritos del colegio, un intocable por alguna razón. Ay…si fuera esa la razón.

Intentando hacer esta una noticia objetiva, me he propuesto buscar los porcentajes de acoso escolar que se producen en España. Los datos son recogidos por la OCDE o Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, porque para el Instituto Nacional de Estadística era mucho trabajo, son de 2024:

  •         El 6,5% de los alumnos sufre acoso escolar con frecuencia
  •          El 15,8% es victima del mismo varias veces al mes, y sube hasta un escalofriante 21% si se trata de alumnado extranjero
  •          El 10% se ha quedado en casa para evitar sentirse inseguro

Y todo esto sin contar el ciberacoso, que con el aumento de las rrss en la vida de los alumnos supone el circulo completo de agresión. Me surgen miles de preguntas, de verdad, pero ninguna tiene respuesta a día de hoy dentro de un sistema educativo que, aparte de encontrarse obsoleto en muchos aspectos e intentar conectarse de manera imposible, no es capaz de crear una red de apoyo para todas aquellas personas que tienen un problema. Ningún alumno se merece pasar por una situación de este calibre, y muchos menos llegar a la situación que hemos vivido estos días en Sevilla, donde una alumna ha acabado con su vida porque no veía otra salida.

Al fin y al cabo es una llamada de urgencia a la responsabilidad. Volvemos a estar ante una situación crítica que deja un sabor amargo por no saber confrontarla y que nos obliga a vivir con una realidad que incomoda: el acoso escolar no es más que el fracaso sistémico de las instituciones y personas que conformamos la red educativa y social de dichos alumnos. Es importante señalar la ineptitud de profesores y padres. Los primeros por no ser capaces de detectar y proteger a los alumnos; los segundos por ejercer una paternidad que los lleva a la negación rotunda de las acciones de sus hijos. Esta inacción por parte de ambos colectivos no es más que una falta de empatía que luego vemos en la vida adulta, una cadena de irresponsabilidades que repercute en los que menos se lo merecen. Pero es que además la falta de acción no es solo por parte de ellos, si no también de las instituciones educativas y gubernamentales que no saben como frenar estas acciones en un sistema obsoleto que no puede permitirse el lujo de tener una red de apoyo sólida, accesible y confidencial.

Solo asumiendo las responsabilidades podremos garantizar que ningún otro estudiante sienta que la única salida es el silencio, o peor aún, la desesperación final.

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